El viaje de Chihiro: nuestro propio viaje de crecimiento; por M. A. Silva

 El viaje de Chihiro: nuestro propio viaje de crecimiento. 


Un dibujo animado

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El Viaje de Chihiro es muchas cosas: una experiencia, y a la vez, un recuerdo, nos muestra algo por lo que todos pasamos, pero que hemos olvidado. Es el viaje de la protagonista, pero también es nuestro propio viaje. Un sentimiento desde la primera nota, un reflejo de la sociedad nipona e incluso una lección de vida para todos aquellos que han cruzado aquel túnel hacia el mundo adulto, dejando atrás la infancia, y especialmente para aquellos que en este momento están en aquella trayectoria.

En aquel sentido, los ojos con los que uno puede ver e interpretar este viaje cambian significativamente dependiendo en qué etapa de la vida nos encontremos. Cuando éramos niños, era usual tener la sensación de haber visto algo extraño, difícil de poner en palabras, pero fascinante de ver, incluso para verla montones de veces. Cuando crecemos, el paradigma de lo extraño se desplaza desde esa extravagante odisea de personajes y colores para posteriormente sentir las escenas de la película como algo cercano y significativo. 

Posiblemente ello se deba a que muchas de las cosas por las que pasó Chihiro también nos han pasado a nosotros, aunque quizás no seamos conscientes de ello, hasta que lo vemos desde otra perspectiva. De este modo, cuando la película lleva a Chihiro a través de un túnel a un mundo desconocido, mirando constantemente hacia atrás de manera insegura, nos percatamos de que conocemos esa sensación. Nos damos cuenta a través de la piel de la protagonista, el sentido que tiene esforzarnos, de aprender de nosotros mismos y de aprender a vivir. En este sentido, la película está llena de detalles que van en esa dirección: las cosas no siempre salen bien a la primera, las apariencias engañan y las personas pueden tener muchas caras, pero siempre dejando en claro que se debe salir adelante, superando nuestros propios temores, aunque sea en base de errores. 

Una persona en frente de agua

Descripción generada automáticamente con confianza mediaSin más, Miyazaki -el director de la película- pone frente a Chihiro el camino de la vida y de la maduración. Nos mostrará como Chihiro creció, y con ella, nosotros. Para ello, utilizará por lo general, planos contrapuestos que mostrarán la evolución de la protagonista: escenas como la de Chihiro corriendo asustada escalera abajo, para después volver a verla en el mismo lugar, con confianza en sí misma y en el conocimiento adquirido. 



Ciertamente, la película es un viaje entre dos mundos, el mundo humano, al que pertenece Chihiro; y el mundo espiritual, al que pertenece la casa de baños y sus extraños trabajadores, sin embargo, a lo largo de la película nos podemos dar cuenta de que aquel mundo no es tan distinto al nuestro: nos muestra como el mundo en donde se supone que habitan los dioses es un mundo entregado al capitalismo de los excesos y al consumismo decadente, tal como lo es el mundo humano. De igual forma, es el lugar donde Chihiro aprenderá a sacar lo mejor de sí misma ante la adversidad, donde hará amigos y será apoyada para volver a casa. Ahora bien, la película es decisiva a la hora de recalcar que no existen héroes ni villanos, de modo que la protagonista tendrá que ser su propia heroína, deberá confiar en su propia valía como también aprender a perdonar, demostrando a través de ello que ningún personaje en la película es en sí mismo bueno o malo, pues ni las personas más puras están libres de corromperse, como también de poder mejorar. 

Sin lugar a dudas, el Viaje de Chihiro es una película que difiere mucho de lo que puede ser una película infantil occidental, que se empeña por idealizar el bien y el mal como fuerzas antagónicas, en la existencia de un héroe protector, y en la costumbre de tener finales generalmente felices, cerrados y sin muchas interpretaciones, pues el mensaje detrás de este viaje es que muchas veces, en la realidad, el mundo no es perfecto, y por ello la película puede llegar a ser terrible y muy sincera tanto en el arco de la historia como en sus simbolismos, pues refleja cómo es la vida en sí misma. 

No obstante, no por ello dejará de ser esperanzadora: Chihiro dejará de mirar atrás, se enraizará con su identidad y descubrirá el valor de apoyarse mutuamente y de esforzarse por lo que uno quiere. Ella regresará a su mundo sin mirar atrás, pero sin olvidar nada, pues la vida es como el tren de la película, un tren que tiene un pasaje de ida, pero no uno de vuelta; el tiempo nunca se detiene, pues todo lo que nos espera está por delante.


M. A. Silva.


Imagen que contiene edificio, pasto, flor, tabla

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